La vida tiene un plan o en el universo es cuestión de suerte

Recomiendo tomarse unos segundos luego de leer esta pregunta para tratar de reconocer la respuesta que la intuición les ofrezca. Si lo que les llega tiene que ver con el azar no creo que el resto del texto les agregue mucho y es probable que dejar de leerlo les ahorre algunos minutos de su tiempo. Si no es así, preparen su corazón para “escuchar” lo que sigue:

Hay algunos conceptos y algunas ideas que se vienen repitiendo en los últimos tiempos. Uno de ellos habla sobre el plan del alma. Es decir, aquellos aprendizajes, aquellas metas que nuestra alma se propone alcanzar durante sus vidas. Muchos se preguntarán…¿es esto así?
Pensar que esto es correcto y es así cómo funciona, es considerar que la experiencia de una vida no está librada al azar o a la suerte, porque esto en el universo no existe.

Habrán escuchado decir que la vida es una escuela, habrán escuchado sobre los aprendizajes que debemos realizar e inclusive que nosotros mismos aceptamos experimentarlos. Y naturalmente, cuando debemos transitar una situación difícil, no comprendemos cómo es posible que nosotros mismos hubiéramos elegido vivir esa experiencia.

Podríamos decir que antes de nacer como las personas que somos, nuestra alma diseña un plan, donde se propone, por un lado, adquirir nuevas experiencias para su evolución como alma, y por otro lado, trascender aquellas situaciones que no hayamos podido superar en otras existencias y que pudieron haber quedado en desequilibrio. Situaciones o dolores que, al no ser trascendidos en su momento, han entrado de ese modo en la rueda kármica, hasta que logremos liberarlos incorporando el aprendizaje que esa experiencia nos deja.

Si comparamos la vida en la tierra como una escuela, cada año de estudio correspondería a una vida nueva. La carrera que se proponen estudiar tiene un programa, un diseño establecido; es decir, una cantidad de materias, una programación de temas que incluirá cada materia, etc. Antes de ingresar en la escuela conocen estos planes de estudio y ya está establecida la forma y el tiempo que debería llevarles, pero lo cierto es que luego cada alumno tendrá sus variantes.

Algunos podrán seguir el plan trazado sin problemas, otros deberán repetir algunos aprendizajes, a otros les quedarán pendientes algunas materias para el siguiente año y otros, en el transcurso del mismo, querrán cambiar su plan. Algo parecido a esto es lo que sucede.

Muchas veces es difícil comprender por qué debemos vivir ciertas experiencias, sin embargo, éstas siempre tienen una explicación. Hay un plan para todo y este plan no es algo azaroso ni tampoco algo impuesto, sino que es algo que acordamos experimentar e incluso las hemos propuesto nosotros mismos, como alma.

Si bien nuestra alma trae a su existencia un plan, aquello que queremos trascender, sanar o equilibrar, también hay un plan de nuevos logros y desafíos que brindarán un aporte a nuestra alma en forma individual y también harán un aporte para el bien común, llevando así más luz a nuestra vida, a la humanidad y al planeta, ¡vaya que es muy grande nuestra tarea!

Es entendible que algunas veces entremos en conflicto, ya que por supuesto no es igual planificarlo que estar viviendo la experiencia. Este diseño es realizado en otra realidad, estando en un plano más elevado y, por consiguiente, con un conocimiento mayor de nuestro camino como almas, de lo que necesitamos, de lo que más nos ayudaría a evolucionar y de lo que tenemos pendiente trascender.

Distinto es luego vivir la experiencia en esta dimensión, en donde no hay recuerdo de todo eso, en donde sólo se intuye lo que debemos hacer y a veces ni siquiera eso, ya que al nacer somos envueltos en los velos del olvido necesarios para vivir la experiencia.

El asunto, es que al perder la conexión con nuestra alma y al vernos inmersos en la experiencia tridimensional, se genera un conflicto entre el plan que trae nuestra alma para cada vida y que no recordamos, solo intuimos, y el que luego planifica nuestra personalidad.

Y dado el nivel de consciencia existente en la tierra en este tiempo, desde que nacemos sistemáticamente somos educados o podríamos decir entrenados para seguir reglas y cumplir mandatos en lugar de seguir nuestra voz interior, nuestra intuición.
Fuimos entrenados para utilizar el filtro de nuestra mente a fin de evaluar qué debemos o no hacer en lugar de utilizar el filtro de nuestro corazón. Fuimos educados para razonar en lugar de sentir, entrenados para reproducir en lugar de crear.

Considerando cómo paulatinamente nos vamos desconectando de nuestro sentir, de nuestro interior, es muy comprensible que se generen conflictos entre los planes que trae nuestra alma y los planes que nuestra personalidad crea.

Como dijimos, nuestra alma trae como plan trascender aquellas situaciones que en otras oportunidades nos han quedado pendientes, pero también trae como plan evolucionar, ampliando la conciencia de la  persona que venimos a ser, despertando el mayor potencial que podemos alcanzar, brillando como el ser divino que somos y contagiando a nuestro alrededor para que otros lo imiten e impulsar, de esta forma, la ascensión de toda la humanidad a una consciencia mayor, avanzando hacia la quinta dimensión.

Por otro lado, y casi en oposición a esto, nos vemos inmersos al nacer en una realidad que nos lleva a desconectarnos de nuestra alma, de nuestra esencia y casi sin darnos cuenta entramos en el juego de la materia, de la separación, de la individualidad.

Otro punto que me gustaría aclarar es que, si bien nuestra alma planifica aprender, superar y trascender ciertas experiencias, eso no significa, que esté planeada la forma ni los resultados, ya que éstos se irán generando con nuestras decisiones, de igual modo que el tiempo que nos lleve realizarlos.
La vida nos va presentando un escenario en donde podemos obtener esos aprendizajes, pero es nuestra decisión si los trascendemos o no. En caso de no hacerlo, seguirán surgiendo otras “oportunidades” más adelante.

Es decir que de alguna manera el plan habla de posibles o potenciales aprendizajes y caminos, pero, en definitiva, somos nosotros quienes elegimos los resultados de acuerdo a aquellas decisiones que vamos tomando; y cada decisión que vamos tomando abre nuevas realidades futuras, porque los posibles futuros no son más que los resultados de las decisiones y acciones anteriores.

Lo que esto significa es que no deberíamos comprender nuestro plan de vida como un plan trazado inamovible. Si no que, por el contrario, es un enorme abanico de creación y potencialidades.

Imaginémonos que como almas nos proponemos trabajar o trascender, por ejemplo, el dolor a la pérdida o el apego a lo material porque en otras existencias desequilibramos ese aspecto en nuestra alma y, por lo tanto, nos proponemos trascender ese desequilibrio en una nueva existencia. Es posible entonces que elijamos nacer en un escenario en donde sufriremos alguna pérdida ya que lo que necesitamos como alma es aprender a soltar. Entonces, tendremos un escenario que nos dará la oportunidad de vivir la experiencia de la pérdida material permitiéndonos equilibrar y trascender ese dolor aprendiendo a valorar o a soltar.  Aquí es donde podemos hacer uso del libre albedrío ya que nosotros decidimos si hacer o no el trabajo. Cuando es un dolor muy profundo la dificultad de trascenderlo pronto es mayor, entonces la vida irá otorgando diferentes situaciones para hacerlo.

Lo que significa esto es que SIEMPRE es posible revertir una situación que nos afecta, siempre podemos transformar los resultados.]
No estamos destinados al sufrimiento, sino todo lo contrario, estamos destinados a buscar la plenitud.

El alma planifica el aprendizaje que debe hacer, no la forma en que lo hará. Si por ejemplo surge una enfermedad, podríamos pensar, pues bien, si mi alma planificó esto tendré que vivirlo y aceptarlo, entrando así en una especie de resignación. Entonces no podríamos decir que uno puede crear su propia realidad. ¿Y en donde entraría la posibilidad del libre albedrío? Por lo tanto, está claro que esto no es así.

Lo que ha sido planeado es el aprendizaje que representa esa enfermedad, por lo tanto, al comprender esto, permitimos iniciar el proceso de cambio para revertirlo, creando así un resultado diferente.
Entonces, ante una situación dolorosa debemos encontrar el equilibrio y el aprendizaje para de ese modo ser trascendido.

Recordemos que nuestra alma no elige vivir castigándose, sino, por el contrario, superándose, y es por ello que muchas veces debemos vivir situaciones difíciles. Aunque siempre tendremos la llave para modificar nuestra vida, superando los desafíos y transformándolos en aprendizajes.

Estamos llamados a ser luz aún en los momentos más oscuros y saber que esos momentos de oscuridad no son para que nos instalemos en ellos ni para que nos debilitemos, son para que encontremos allí nuestra propia fortaleza, nuestra salida, nuestra iluminación. Todos y cada uno de nosotros tiene el poder y la fuerza para superar sus oscuridades siempre que decidamos hacerlo desde el corazón.

Hay muchos ejemplos de seres que han superado situaciones difíciles, dolores profundos y enfermedades “incurables”. Ellos podrían servirnos de inspiración y de recordatorio de que todos y cada uno de nosotros somos una fuente poderosa de LUZ, de SANACIÓN y de SUPERACIÓN.

Aún en momentos de oscuridad, podemos buscar esa fuerza en nuestro corazón, porque ahí la hallaremos.

Nos constituimos en observadores de la vida y según nuestra forma de mirarla generamos las posibilidades que podemos reconocer y por lo tanto experimentar. Si los resultados que obtenemos no nos conforman
¿Será tiempo de permitirnos cambiar la mirada?.
O al menos  recordar que si seguimos haciendo lo mismo vamos a obtener más de lo mismo.