
Hallar equilibrio y ser coherentes con lo que pensamos, sentimos, decimos y hacemos es la búsqueda de muchos. A veces , de tanto intentar realizarla ,vamos perdiendo fuerzas y nos vamos acomodando a una realidad insatisfactoria pero que consideramos posible de vivir.
Entonces comienzan a sonar las alarmas. La queja, el dolor, la enfermedad, la depresión, los pensamientos derrotistas, la nostalgia permanente, el victimismo, la culpa, etc.. son todas alarmas que nos llaman a despertar a salir del lugar en donde estamos.
Nos recuerdan que es tiempo de abandonar viejos programas y trazar un camino nuevo para concretar y completar ese paso que permita encontrar nuestra forma de vivir en la tierra en este momento que nos toca.
Las alarmas son útiles porque nos llaman la atención sobre algo. Pero vivir todo el tiempo con las alarmas sonando es molesto y se vuelve disfuncional. Atender las alarmas es una invitación a cambiar , es salirse de aquello que está asentado, y eso es algo que solemos percibir como un riesgo.
Y a veces para no escucharlas tratamos de “anestesiarnos” y cada uno tiene su sistema preferido. Seguramente ya habrás comprobado lo poco eficaz que son y cómo finalmente el malestar termina incrementándose.
La manera que dejen de sonar es EVOLUCIONAR. La evolución es MOVIMIENTO, es transformación; se trata de modificarse a sí mismo para adaptarse a algo diferente, a un nuevo contexto. Es dejar atrás aquello que hoy por hoy ya NO resulta coherente. Es dejar atrás los viejos programas, aunque también es trazar un camino nuevo.
Vinimos a experimentar la vida. Puede que no sea un sistema cómodo, no permite la pasividad ni que otro lo haga por nosotros. Promete que experimentándola conscientemente vamos a recuperar nuestro poder, independencia y libertad.
Somos almas valientes, seres luminosos en la tierra en constante aprendizaje y evolución.
Las alarmas nos recuerdan que ya es hora de animarnos a brillar.
Seguimos en contacto.